jueves, 22 de agosto de 2013

La Traductora - Eva

Me llamo Eva. Tengo 34 años. Soy traductora y me encanta nadar. No creo que tenga ningún rasgo físico que sea de interés. Muy a menudo me toman por otra persona, con lo que deduzco que tengo una cara muy común. Vivo sola en un piso de alquiler, como la mayoría de la gente de mi generación. De igual manera, como la mayoría de la gente de mi edad, no tengo hijos, no tengo pareja y ya he abandonado el sueño de un gran amor. Todavía creo que la posibilidad de un gran encuentro, aunque fuera fugaz, pero ésto tampoco ha llegado por ahora. He de decir que no soy una persona especialmente sociable. Sería justo aclarar que no hago los esfuerzos que tendría que hacer para quizás conocer a alguien pero estoy cansada de esforzarme porque, además, a esta altura de mi vida, y aunque suene pedante, dudo mucho, y cada vez más, de que somos hechos para vivir en pareja. Ya volveré sobre este tema... supongo. No es el momento de abarcarlo.
 ¿Qué más? Tengo poca familia: una madre recluida en un sanatorio con un Alzheimer galopante. Mejor dicho: “tengo una madre, recluida en un Alzheimer”. La veo una vez por semana. Es literal: nos vemos. Charlar ya no es una posibilidad. Cada tanto, ella habla y yo escucho o yo hablo y ella, pasa. Últimamente está obsesionada con los trenes. Puede preguntarme a qué hora pasa el próximo tren durante unos buenos veinte minutos, sin parar: “¿Y a qué hora pasa el próximo tren? ¿Y a qué hora pasa el próximo tren? ¿Y a qué hora pasa el próximo tren? ¿Y a qué hora pasa el próximo tren?”... Sí, es desesperante pero bueno, por lo menos, mientras pregunta, recobro el sonido de lo que fue esa persona, mi madre, hasta que se me hace insoportable, me levanto, le doy un beso y me voy. Hace mucho que he dejado de preguntarme el por qué de sus obsesiones. Ya no interpreto sus delirios o trato de atar cabos. Al principio sí, pero ahora ya no. No hay nada que atar ni interpretar.
En resumen, y para pasar a lo que realmente es el tema de esta "presentación": sólo tengo dos cosas que sí creo singulares y propias de mí.
1)    Siempre supe que yo no era una persona sino dos, es decir, que mi amigo invisible de la infancia era real, que existía en alguna parte
2)    y dos, desde muy chica, tengo la gran ambición de escribir un libro. Un buen libro, uno “de verdad”. Por eso me compré este libro cuyos pasos voy a seguir muy fielmente porque creo que tengo una historia y ha llegado el momento de contarla.
Primer paso: plantar el contexto.
Segundo paso: los personajes.
Tercer etapa: la trama secundaria.
Cuarta: la trama fundamental.
Por último: los giros.

Termino de escribir ésta introducción y me doy cuenta que me fui por las ramas... o no. Ud. me pidió por una presentación verdadera de mí, de cómo me siento, de quién soy pues. Ahí me tiene. Esa soy yo. Eva.
Aguardo noticias suyas.
Atentamente,

miércoles, 21 de agosto de 2013

Primeras Imágenes

Las imágenes me llegan en serie. Una cadena que se corta entre eslabón y eslabón, por espacios de tiempo más o menos largos. Por lo general, aparecen sin que las pueda controlar. Cada tanto se insertan en una frase: estoy hablando y surge una foto, un flash repentino que viene y se va en el acto. La mayoría del tiempo, estas imágenes no tienen ninguna relación con lo que estoy pensando o mirando... Por ahora, mi mundo es el silencio. Es decir, no hablo mucho. No quiero. No estoy pudiendo.
El otro día, mientras miraba por la ventana, apareció en mi mente una especie de cartel con una palabra escrita que no pude descifrar. No es la primera vez que me pasa. Miro por la ventana, miro hacia la nada y zas... aparece una palabra. Y como vino, se va. 
A veces, la aparición es tan repentina que no la puedo atrapar. Sólo sé que lo que pasó es una palabra, hecha con letras reconocibles y reconocidas por mí, pero que no pude leer, reconocer, relacionar. Veo la palabra escrita, reconozco que se trata de una palabra escrita pero no puedo relacionarla con un significado y/o significante. 
El otro día, recordé una película. Gran momento! Recordar algo... 
De repente, vi con mucha claridad a alguien que, para poder aprender una idioma extranjero, llena su casa de cartelitos con palabras. Post-its amarillos empiezan a cubrir muebles, cajas, objetos, plantas... Cada mueble, cada caja, cada objeto tiene pegado una papel que lo o la nombra. Luego se lo conté a Rosa, como para que pudiera entender lo que me pasa, ya que la escena describe claramente la sensación que tengo: mi mente está pegando carteles internos en las cosas que puede reconocer, dentro de un proyecto de reconstrucción mental. Pasa una idea, un recuerdo y pongo un cartel.
La realidad es que hasta ahora, no he vuelto a pasar nunca por el mismo lugar, o sea no he vuelto a ver el mismo cartel dos veces pero sigo pegando post-its mentales... En algún momento, el collage va a tener sentido. Estoy segura.

También recuerdo la historia de un tipo que, una vez que nombra, reconoce y anota el nombre de las cosas. Se vuelve loco.