Me llamo Eva. Tengo 34 años. Soy traductora y me encanta nadar. No creo
que tenga ningún rasgo físico que sea de interés. Muy a menudo me toman por
otra persona, con lo que deduzco que tengo una cara muy común. Vivo sola en un
piso de alquiler, como la mayoría de la gente de mi generación. De igual
manera, como la mayoría de la gente de mi edad, no tengo hijos, no tengo pareja
y ya he abandonado el sueño de un gran amor. Todavía creo que la posibilidad de
un gran encuentro, aunque fuera fugaz, pero ésto tampoco ha llegado por ahora.
He de decir que no soy una persona especialmente sociable. Sería justo aclarar
que no hago los esfuerzos que tendría que hacer para quizás conocer a alguien
pero estoy cansada de esforzarme porque, además, a esta altura de mi vida, y
aunque suene pedante, dudo mucho, y cada vez más, de que somos hechos para
vivir en pareja. Ya volveré sobre este tema... supongo. No es el momento de
abarcarlo.
¿Qué más? Tengo poca familia: una
madre recluida en un sanatorio con un Alzheimer galopante. Mejor dicho: “tengo
una madre, recluida en un Alzheimer”. La veo una vez por semana. Es literal:
nos vemos. Charlar ya no es una posibilidad. Cada tanto, ella habla y yo
escucho o yo hablo y ella, pasa. Últimamente está obsesionada con los trenes.
Puede preguntarme a qué hora pasa el próximo tren durante unos buenos veinte
minutos, sin parar: “¿Y a qué hora pasa el próximo tren? ¿Y a qué hora pasa el
próximo tren? ¿Y a qué hora pasa el próximo tren? ¿Y a qué hora pasa el próximo
tren?”... Sí, es desesperante pero bueno, por lo menos, mientras pregunta,
recobro el sonido de lo que fue esa persona, mi madre, hasta que se me hace
insoportable, me levanto, le doy un beso y me voy. Hace mucho que he dejado de
preguntarme el por qué de sus obsesiones. Ya no interpreto sus delirios o trato
de atar cabos. Al principio sí, pero ahora ya no. No hay nada que atar ni
interpretar.
En resumen, y para pasar a lo que realmente es el tema de esta "presentación": sólo tengo dos cosas que sí creo singulares y propias de mí.
1)
Siempre supe que yo no era una persona sino dos, es decir,
que mi amigo invisible de la infancia era real, que existía en alguna parte
2)
y dos, desde muy chica, tengo la gran ambición de escribir un
libro. Un buen libro, uno “de verdad”. Por eso me compré este libro cuyos pasos
voy a seguir muy fielmente porque creo que tengo una historia y ha llegado el
momento de contarla.
Primer paso: plantar el contexto.
Segundo paso: los personajes.
Tercer etapa: la trama secundaria.
Cuarta: la trama fundamental.
Por último: los giros.
Termino de escribir ésta introducción y me doy cuenta que me fui por las ramas... o no. Ud. me pidió por una presentación verdadera de mí, de cómo me siento, de quién soy pues. Ahí me tiene. Esa soy yo. Eva.
Aguardo noticias suyas.
Atentamente,